jueves, 25 de octubre de 2007

Caro Diario


De los cuatro films de Nanni Moretti vistos en España (hasta la fecha, que yo sepa): "Ecce Bombo", "Caro Diario", "Aprile" y "La habitación del hijo", el segundo, según mi modesta opinión, sigue siendo el más entrañable, el más humorístico, el más vivencial, el más personalísimo y digestivo. "Aprile" no le anduvo a la zaga, pero no le salió tan redondo."Ecce Bombo" fue un encantador bocadito, hecho con 4 cuartos (creo que en Super 8), y que ya intentaba ilustrarnos, de forma inusual, y con cierta convicción contagiosa, esa falta de prejuicios críticos (y juveniles en aquel momento) frente a tanta mediocridad con que a los ciudadanos de a pie se nos obliga a pagar el alto tributo que nuestra supervivencia nos impone ante la realidad del mundo que nos rodea, y que, por supuesto, nos sirve para ir tirando. Moretti, tan individual y anticonformista, impelido quizá por la industria de mercado, se dejó comercializar con "La habitación del hijo", que coló y vendió bien, pero que siendo por ello la más racionalizada, fue, me parece a mí, la más atípica de las cuatro, puesto que se desmarcaba de esa su disciplina independiente que muchos le agradecimos hasta el infinito. Mi preferida desde luego sigue siendo este "Caro Diario", nada manoseado, perfectamente enmarcado en tres sketchs modélicos, al margen de consideraciones comerciales, sorprendentes, y sometidos tan sólo a la disciplina de las primeras y más agradecibles devociones de Mr. Moretti. 

"In Vespa"

Deja huellas que se agradecen: una cámara que le sigue en su Vespa por las vías romanas en función de su identidad retrógrada, super apetecibles. Un auténtico festival romano de calles, paseos, plazas, y sobre todo, edificios, que sin tener nada de "patricios souvenirs de la Gran Roma", se ven revalorizados por la limpieza ilustradora (hay un fondo musical árabe fenomenal) del simpatiquísimo y deductivo Moretti. La expresiva voz (¡en italiano, por supuesto!) del director parece que nos propone un diálogo abierto, y no menos alegórico, con ese disfrute de los sentidos que puede conferirnos un recorrido atípico por ciudad tan bella como Roma (y como podría ser Madrid, Bruselas, Viena, y mil y una...) Esa sencillez excitante se dentendrá, finalmente, en el pequeño, abandonado y sucio monumento dedicado y alzado en el mismo lugar en que Pier Paolo Passolini fue asesinado. Resulta tímida, honesta, y, como no, rotunda (también en lo que respecta a tantos cinéfilos) la emotividad que Moretti derrocha en el final de este bello sketch.


Sigue luego un divertidísimo periplo por las islas Eolias y un sutil juego de relación con Renato Carpentieri, que, centrándose en la cuestión puntual de su retiro del mundanal ruido, en la isla de Lípari, expone su particular reflexión sobre el arte y la vida. Asegura no haber visto la televisión en 30 años, después de que Moretti, saboreando y parodiando graciosamente el inolvidable "bayón" de "Ana" -inmortalizado por la sin par Silvana Mangano (que la tele proyecta en aquel momento), le ofrece un breve resumen sobre el el film de Nanni, que no pone en tela de juicio a la caja tonta, observará divertido, sin juzgarlo ni criticarlo, el poder de dicho aparato, cuando su amigo se lance a ella, humorísticamente, y a sus culebrones, divorciándose así de su pasado no televisivo.




En la maravillosa isla de Stromboli, cargado de muy buena mala "milk", hay un ejercicio absolutamente de lo más irónico, cuando desde el humeante paisaje volcánico, que una vez pisara la divina Ingrid Bergman. Nanni Moretti, a instancias de su ahora preocupado compañero, recurre a unos turistas americanos para conocer los detalles tipo "Aquí hay tomate" y otras basurillas por el estilo, "en cuanto a los aconteceres amorosos" que se suceden sin cesar en dichos bodrietes televisivos.





La huida de la pijotera Panarea es chispeante y para troncharse de risa. Allí tan sólo se mastica el divismo, la manipulacion snobista con que los opulentitos turistas que la bordean y sumen en el ridículo se convierten en elementos primordiales para su supervivencia. En Salina dominan, ¡agárrense!, los niñitos únicos. Y en este sentido, las "entregadas" élites matrimoniales salvan, con su consagración, eficaz y casi "atormentada", diría yo, la fatal dinastía de ese rincón secreto, apasionado y dichoso, pero con niños bruscamente marimandones y excitados telefónicamente, en que se convierte Salina. Hay otra huída, ¡antológica!, de la solitaria y casi antediluviana Alicudi. El compañero de Moretti, que ya roza y ¡goza! de la modernísima universalidad (antes menospreciada) de la condición humana, ahito ahora de aislamiento, evoluciona demencialmente hacia las fórmulas más propias de los tiempos tecnológicos, con su electricidad, sus automóviles, y, en especial, ¡¡su televisión!! Moretti es un convicto de sentimientos no enjuiciadores de la conducta ¿actual, o siempre ha sido así?, de hombres y mujeres, y un confeso de la ternura. que casi todos podemos llevar dentro.



El último sketch de su comezón alérgica, frente a ese no menos epigramático (sarcástico, para mejor entendernos) universo que supone la medicina alópata, nos pone a todos en el disparadero de aceptar, o más bien purgar, las mentalidades dogmáticas del mundo médico, cuyos tradicionales esquemas hacen trizas las aseveraciones medicinales, (llenas de potingues , píldoras, inyeccciones, etc.) , y convierten toda introspección doctoral (humorísticamente hablando) en una curiosa obra teatral que muy bien podría llamarse (¡título "hitchcokiano!) "La somba de una duda"... Yo diría que la limpia intensidad de Moretti consiste en no conformarse con las décimas de emoción de un primer cuento "road movie", de vislumbrar el mejoramiento de un segundo sketch que se aventura en personajes y episodios "at his best " de un circunnavegable y detalladamente gracioso "comic", y que con un tercero mejora las historietas que pretendía en el segundo y en el primero. Yo veo ciertas resonancias (adorables) con el mundo y los personajes, menos maniqueos, más irónicos, casi maniáticos, pero inteligentes, del del gran Woody Allen, en especial en sus "Delitos y Faltas" y "Manhattan". ¿Es Moretti hombre con un agudo sentido de la expresión visual y certero en la expresión (valga la redundancia) de ciertos comportamientos culturales de los seres humanos? Pues, ¡sí señor!. ¿Es un hombre ilustrado, pero que añora los testimonios hermosos de la ingenuidad y de la emoción, con reminiscencias de niño? Pues ¡sí señor! "Caro Diario" es el paradigma de lo que ha de ser una fantasía etérea y fluorescente, un cine doméstico, sin complicaciones escénicas, pero insustituiblemente fotografiado por este hombre-cámara que hizo de su celuloide primerizo un arte más sensitivo que científico. Yo opino que es un film delicadamente único.

¡¡¡Y ahí va nuestra matrícula de honor!!